lunes, 17 de septiembre de 2012

La Garita de Los Orianos

Por todos es sabido que durante los meses de Julio y Agosto nuestras sierras sufren el azote del astro rey, sobre todo durante las horas centrales  del día. Este fenómeno se agrava aun más si nos encontramos en los valles de menor altitud del parque pero, cuanto más al  noreste del parque y a partir de 1300 mts. la cosa se atempera bastante y se pueden realizar a primeras horas del día o bien a partir de las 7 de la tarde, pequeñas excursiones no exentas de interés.
La ruta que proponemos era un recorrido clásico para los habitantes de la aldea que trepaban por estas "garitas" para acceder rápidamente a los poyos del Calarico. Cuenta Antonia: "Antes, cuando daban careo a las ovejas, nuestros padres nos mandaban a 'vigilalas' y subíamos corre que te corre por esas garitas. Ahora ya no, yo no pasaría por ahí por nada del mundo". En los poyos del Calarico se cultivaban toda clase de cereales incluso, por ser un sitio bastante inaccesible, cuentan que en el Poyo los Juncos plantaban tabaco. Los arrieros subían por una vereda para bestias pero los segadores subían por la "garita".
En cuanto a la definición de "garita", no obtenemos una definición precisa pero podemos concluir que se trata de un paso estrecho, de difícil acceso y por el que suele circular agua en época de lluvia, a través del cual se accede a lugares rápidamente aunque con notable riesgo y esfuerzo.
"Los Orianos" es un paraje situado entre el Morro los Corzos y el Calarico y la abundancia de agua hizo que en él se establecieran numerosos hortales. Todavía se conservan numerosos bancales, acequias y albercas que dan fe de la gran actividad agrícola del lugar. Cuando acaban los bancales, comienza el mundo vertical.
A pesar de ser una ruta muy corta en distancia recorrida y duración, no es en absoluto recomendable para aquellas que padezcan de vértigo, repulsión al vacío o, sencillamente, que sean menos atrevidas (como nosotros). Aunque no se requieren conocimientos de escalada (estamos hablando de senderismo), hay que tener mucho cuidado y extremar las precauciones.
A ver como definimos esta ruta sin que suene a pedante. Podríamos decir que es un recorrido íntimo, emocionante y relajante al mismo tiempo, que nos lleva a un pasado muy reciente de esfuerzo, tesón y riesgo vivido por los habitantes del valle que en otras zonas del parque se perdió hace muchos, muchos años, tantos que nadie conoce.

Cae la tarde en el valle en un día de verano no demasiado caluroso, el termómetro marca 26º C.

Enfilamos el camino de la Cañada del Saucar.

Tras rebasar el pantanillo o albercón comunal de riego tomamos un senderillo a la derecha y que avanza paralelo al arroyo.

Hay que cruzar el arroyo y unos metros más tarde la senda se convierte en un jorro, bastante difuminado, de saca de madera. Hoy nos acompaña Juanjo, gran atleta y escalador y mejor persona.

Por esta opción, la zona de huertas se cruza rápidamente y damos paso a un bosque de esbeltos laricios con fuerte inclinación del terreno. El jorro ya no es perceptible pero

ya tenemos muy cerca los acantilados.

Cuesta alcanzar la base de  los mismos pero una vez allí  comprobamos su magnitud.

Podemos observar junto a nosotros un magnífico ejemplar que tiene forma de trípode invertido.

Giramos a la derecha, en dirección sur-suroeste, y pronto nos topamos con una primera "garita" inaccesible, que ignoraremos.

Estamos en el terrenos de estos gigantes alados.

Seguimos avanzado paralelos a los enormes muros calizos. La circulación de buitres es constate.

Algunas fotos de los acantilados.







A esta altitud aparecen nuevas especies vegetales como el arce o algún ejemplar de acebo como este de la foto.

Pájaros chicos "controlan" a pájaros grandes.

En unos instantes llegamos al punto en e que atacaremos el muro. No es más que una brecha que existe junto a un pino de mediano porte (que da la sombra de la foto). Son señales claras la gran mancha ocre de la roca y las enredaderas que hay junto a ella.

 Y vamos para arriba. Tendremos que usar las manos para superar el escalón inicial y luego giramos bruscamente a la derecha.

En este punto parece que se acaba el camino, pero no,

hay que pasar por el filo.

Vamos bordeando la roca para internarnos en una enorme concavidad del murallón.

Hay que tener cuidado de no resbalar. Observando el valle desde este otero privilegiado.

Superamos una zona llena de piornos que acusan el severo estío.

Ganamos la grieta final.

Por aquí baja agua en época de lluvias.

Terminado de remontar la angosta y empinada canal.

Siguiendo la dirección que nos ha marcado la canal, desembocamos en un antiguo camino que continua paralelo al eje de los acantilados pero ahora por arriba de los mismos. Se trata del viejo camino arriero que mencionamos al principio.

Llegamos a un paraje umbrío que, a pesar del tórrido verano, conserva una fresca vegetación. De un agujero que hay en la roca (puede verse en la foto), suele brotar agua casi todo el año pero  ahora está seco.

Arriba del agujero sobrevive un ejemplar que merece la pena ser contemplado. Se trata de un Olmo de Montaña.

Pero continuamos nuestro avance por el camino invadido por a vegetación.

El Calarico queda a nuestras espaldas y muy al fondo el Espino y Navalperal.

Nos acercamos al promontorio donde estaban los pájaros chicos para ver desde arriba por donde hemos subido.



Buenas vistas del Poyo Gavilán y norte de la Cuerda el Mosco.

Seguimos avanzando por la planicie.

Recibiendo el sol de la tarde aparece a nuestra izquierda el Puntal de la Misa.


Vistas inmensas con el Puntal de la Carrasquilla, Los Paulinos, Fuente del Esparto, La Toba y su Puntal, etc.

Y nos acercamos a un punto a partir del cual no somos capaces de seguir. El Poyo Gavilán se encuentra "herido" por una enorme brecha que no podemos superar. Hemos visto a Juanjo trepar cual Pérez de Tudela       pasando de un lado a otro con una facilidad pasmosa "La Raja", importante paso (solo para personal) de antaño.

Volvemos unos cientos de metros sobre nuestros pasos para descender a nuestro valle por otro estrecho pasaje, Las Cuevecillas.

Hoy hay una actividad inusual de los buitres. A Francisco, el pastor de Los Anchos, los perros le han "corrido" varias ovejas que han acabado por despeñarse y lo carroñeros están de festín. Aquí vemos uno de ellos en una foto en la que han salido las lejanas antenas del Yelmo.

Prado Maguillo visto desde las alturas.

Para bajar por Las Cuevecilas, el camino está claro, seguir canal abajo por el único paso posible.

Otra vista de la aldea.


Cama de "montesa".

Al principio circulamos por un embudo ancho y "El Elefante" y "El Cuerno" quedan a nuestra izquierda.

Esta foto es del pasado 30 de abril pero sirve parra hacernos una idea de por donde se baja.

Poco a poco el paso se estrecha.

Pero se desciende con relativa facilidad.

"Salao", una planta que, según nos cuenta Juanjo, es un manjar para el ganado.

Llegamos al punto más dificultoso dela bajada. Un estrecho desagüe con un salto de algo más de dos metros.


En la parte inferior hay colocadas unas piedras que nos ayudarán notablemente a superar el obstáculo.

Y ya solo nos queda descender por la vaguada usando un senderillo, más o menos visible, hasta el valle.

La alberca del "Toril".

Ya en el valle nos restan únicamente unos pasos hasta la aldea.




Meteo: Despejado. Ligero viento. Temperatura a la salida 26 º C.
Fecha de realización 17 de agosto de 2012.
Época recomendada: Todas excepto en invierno. La presencia de nieve y/o hielo en invierno convierte estos corredores en trampas mortales por lo que debemos evitar esta circunstancia.
Dificultad: Alta.
Fuentes: En el camino de los poyos del Calarico (seca el día de la ruta).
Señalización: No.
Equipo: Media montaña.

Distancia recorrida: 5 km. aprox.
Tiempo empleado: 2h. 15 min.

1 comentario:

  1. Hola Prado Maguillo, esta es de las que me gustan a mí. Espero que algún día podamos hacerlas. Un abrazo.

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