Basilia y Leonides eran nuestros vecinos de Prado Maguillo, además de nuestros mentores serranos. Eran gente honrada, cabal, con una personalidad y un señorío impresionantes, auténticos "bulldozers" trabajando y con un conocimiento de la sierra fuera de lo común. Pasamos muchos ratos de conversación junto a ellos al lado de la lumbre o a pie de obra. Su marcado acento serrano, el uso de arcaísmos, la precisión con la que insertaban algunas palabras y oportunos vulgarismos, eran todo un regalo para nuestros oídos. Pero entonces éramos muy jóvenes y no supimos valorar el enorme pozo de conocimientos del acervo serrano que poseían y que nos transmitían de viva voz. No obstante algunas cortas historias y anécdotas de su vida las anotamos y serán reflejadas en este blog.
Como hemos relatado otras veces, la posguerra fue una época dura, durísima en esta parte de la sierra. Los hombres tenían que emigrar a realizar trabajos rudos a cambio de unas monedas que llevar a casa para adquirir productos básicos. Relata Leonides:
"Los años de traslado a La Mancha a segal se recuerdan con cierto amalgol. Yo era novato en la materia pero necesitaba trabajal. Acordemos un zagal de Prao Maero y yo, de il a pedil trabajo a un señorito del Cortijo Nuevo (Cortijos Nuevos) y nos dio dinero pa il a segal más allá del Puente de Génave, en La Mancha. Y coincidimos con el cuñao y el tío del zagal, que iban a destajo y llegaban entregaos de trabajal. ¡Madre mía!
Hete aquí que fuimos a segal al Pozo Rabias y eran los años aquellos malos del hambre. Y acordemos con el guarda de la finca aquella que el jolnal sería 7 pesetas, (pausa y mirada de cabreo) pero segando hasta la noche y a toa pastilla. Y hasta cogel el golpe del surco aquel, yo me partía por la cintura... Malo. Pero me tenía que aguantal porque si no me iba, iban a decil que yo no valgo. Allí amagao (sentencia). Cuando llevaba una semana, ya segaba yo más que ellos. Pero aquella era una gente que no se quemaba (este giro de la conversación nos despista un poco). Nosotros comíamos en condiciones a mediodía porque la hacíamos nosotros (la comida), pero el almuerzo y la cena, comíamos con los mismos dueños en la misma sartén y aquella gente no se quemaba. Y una noche hicieron arroz y queríamos echáselo por la cabeza. Teníamos hambre de fiera y no catamos casi na. Por la noche hacían guisao y ya ves tu lo malo que es eso pa enfriase en pleno verano. Y cuando estaba la sartén hirviendo, antes de apartala, cortaban el pan, apartaban la sartén y la ponían allí. Que no sé que tendrían la boca forrá de hojalata o lo que fuera que pin pan, pin pan, y pin pan, poh (pues) que nosotros nos quedábamos sin comel. Sin comel y ellos no se quemaban. (Pausa) Allí pasemos nosotros lo nuestro".
Basilia siempre se sorprendía de la cantidad de comida que llevábamos solo para un fin de semana. Si la invitábamos a comer, allá que se plantaba ella con su pedazo de pan y su navaja. No consentía que se tirara absolutamente ninguna sobra y si algo se ponía pocho, se lo echaba a los pavos o lo tiraba al muladar para posteriormente usarlo en el huerto. Eso si que era sentido del reciclaje. "Ay Señol, vosotros no sabéis lo que hemos pasao mi hombre y yo".
No hay comentarios:
Publicar un comentario